Por el gusto de conversar



Pensemos en parejas de amigos que han hecho historia…  Winnie Pooh & Robin, Batman & Robin, Candy & Annie, Pedro & Heidi, Anel & Lorena, David & Jonatán, Rut & Noemí, Elías & Eliseo, El Padre y Jesús…
Todos ellos desarrollaron su amistad porque así lo decidieron, porque estaban juntos, se buscaban para platicar y en los momentos más duros ahí estaban, tercos a dejar desistir a su amigo, y en las ocasiones felices eran los primeros en festejar. Mucha gente se siente apabullada cuando le dicen “debes tener una amistad con Dios”, algunos piensan que eso es imposible pues se sienten sucios, indignos; o ha de ser muy difícil pues “Dios está demasiado ocupado en asuntos verdaderamente importantes, y además está muy lejos”; otros más se sienten realmente agobiados y cansados porque piensan que deben sorprender continuamente a Dios con nuevas formas de orar, nuevos compromisos, más pasión… Buenas noticias, Jesús enseñó cómo platicar con el Dios del cielo y de la tierra. Y es más fácil de lo que crees.


Toma nota, para tener una amistad con Dios es necesario:

1. Quererla

2. Quererla

3. Quererla

Sí, eso es, sólo es necesaria tu disposición. Si nos preocupábamos de sentirnos indignos, bueno, Cristo se hizo indigno en la cruz. Si nos preocupa la distancia, la Biblia enseña que Dios se acerca cuando alguien clama de veras. Y por último, si el peso de llevar una relación con el Creador nos agobiara porque nos sentimos demasiado monótonos, aburridos porque se nos acaban las palabras cuando oramos y no precisamente por románticos, sino por que realmente ya no sabemos más que decir, nos sentimos poco o nada creativos con esa relación “¿por qué tiene que ser tan difícil platicar con Dios, si quiero, pero ya no sé qué más decirle?” , descansemos, no tenemos que preocuparnos por impresionar a Dios con más creatividad al orar, o más pasión, más entrega o más palabras, Jesús enseñó a sus discípulos que sólo tenían que cuidar de no cometer UN error al orar: las repeticiones sin sentido.


Cuando platicamos con alguien sostenemos una conversación fluida – simplemente platicamos. Nuestro Señor Jesús nos enseñó que debemos tener naturalidad hacia Dios también, Él sabe lo que realmente queremos decir. Lo que Jesús criticó de los gentiles fue su costumbrismo, oraban porque tenían que, y no porque quisieran. ¿Cuántas veces hemos orado por los alimentos repitiendo una misma oración vez tras vez? Jesús no criticó las repeticiones, sino las VANAS repeticiones, la invitación que Jesús hizo a sus discípulos es que fueran genuinos y auténticos, que se dejaran de cosas y platicaran con Dios con confianza de estarse dirigiendo como un hijo lo hace con su papá.






Podemos proponernos ser creativos en nuestra relación con el Padre celestial: usar nuevas palabras, tener caminatas de oración en la madrugada en un parque, ayunar de tele… ¿qué sé yo? Es válido. Eso demostraría un corazón que quiere sorprender y crecer. Pero ése no es el objetivo. La meta en la oración fue, es y seguirá siendo ser amigos de Dios y que tú sepas y tú veas que Él es para ti inseparable, incondicional, leal, amigo.
 
 
 
 
¿Aceptarías esa invitación?










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