Porque varias noches mis papás leían para mí, con pausas y acentos, con paciencia y sentimiento que me encendieron la chispa de la emoción… La que le gana a todas las emociones existentes… La de la pasión por la imaginación en los libros.
Porque asocié el olor de un libro al abrirlo con un aroma agradable y suave.
Porque respeté la ortografía y su arte desde que me la enseñaron, porque me la enseñaron dura y exigentemente.
Porque tengo ojos, y tengo manos.
Porque hay cascadas chisporroteantes que lloran y lloran cuando no pueden salir de mi mente.
Porque segura estoy que escribir es compartirse a sí mismo, es decir, servir.
Porque para hacerlo realmente interesante y acertado tengo que saber de todo, y me gusta.
Porque es un placer, obligación, arte, disciplina, grande pasión y necesidad para mí.
Por eso. ¡Y porque no podría dejar de hacerlo!
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